Está alojada en un barrio donde se agita aquello que llamamos pueblo, que no es otra cosa que la extensa medida de gentes despojadas de poder. Su nombre surgió como un insulto, pero hoy ha devenido en una especie de eje fundador del folclor urbano.
El turismo la ha degradado a sitio impuesto. Aun cuando posee un restaurante y la oferta de licores no es mezquina, su bebida medular es el reciente terremoto. La Piojera, antes tan frecuentada por el simple y solitario ebrio del Mapocho, hoy forma parte del itinerario ineludible del curioso extranjero.
Foto de Franklin Valverde.