Ningún pueblo puede prescindir de símbolos. Los hay anteriores al hombre (la cordillera) y posteriores al tránsito humano (la bandera). En nuestra historia conocimos tres variantes de este poderoso emblema. En el que prevaleció resuena la tríada colorida de otras naciones. Por ese curioso emblema hay gentes que se declaran leales a la muerte, otras lo yerguen para invocar un triunfo esquivo o vindicar un derecho escurridizo.
La bandera chilena no es raro que convoque también esa extraña variación del amor escolar que suelen llamar patriotismo.
Foto de Franklin Valverde.