Neruda no vivió en sus casas, habitó en lujuriosas extensiones de sus fantasías exhaustas de caracolas, máscaras, seres embalsamados, escritorios naufragados, conchas, mascarones llorones, vasos y botellas sibaritas.
Al entrar en La Chascona se advierte el lejano murmullo de la fauna enclaustrada en el zoológico vecino y queda la sensación de que en plena vigilia se ha visitado una especie de ensueño.
Foto de Franklin Valverde.