El terremoto está en su infancia. Muy posterior al Cola de Mono o a la ecuménica Piscola, esta bebida ingresó con tanto beneplácito a las modulaciones populares que hoy en día no se la concibe fuera de esa largona sanchopancesca que es el 18 de septiembre, el día en que supuestamente el chileno conmemora (y celebra) el puntapié inicial de la aventura republicana.
La receta es simple: vino pipeño (vino bastardo y dulzón fermentado en pipas), helado de piña colorido con la huella de algún otro licor ocasional. El resultado en un brebaje estrellado y fresco. Se sirve en vasos aventajados. Como a su símil telúrico le sigue una repetición, la réplica. La facilidad con que se bebe arriesga una previsible embriaguez.
Foto de Franklin Valverde.